martes, 11 de agosto de 2015

PARALISIS


¿A dónde me llevó haber creído?
¿A dónde me llevó a parar?
¿A dónde podría tan siquiera salir a correr?
Correr de lo que creí porque sí,
así es el miedo se apodera, me paraliza, me destruye.
Si me tomas de la cintura
podrías darme tiempo para salir a correr y arrastrarte
o tal vez tiempo de esperar lo inesperado,
que no me dejes avanzar, solo mantenerme en un sitio,
uno mezclado, arbitrario, soberbio e irreal.
El dolor anterior a un golpe, es la sigla a un símbolo irremediable.
El dolor que sentí un día aquel, ese que un lugar me atribuía.
Solo estar sentado, solo, impaciente.
Alguien llegará.

Comienzo a acostumbrarme a lo que al parecer es la anestesia,
 la anestesia del dolor, de la rabia de la ira.
Esa que manifiesto en el instante en que el dolor físico y los gritos de las personas
se toman de un sinfín de devenires nostalgiosos,
se toman de la vocal, y poco a poco copulan un mar de nada,
una absurda e interminable desolación.
Rompo en llanto.
Corre rápido, cuando se acerque le pones punto final.
Lo tomas de la hernia, lo expulsas, lo desatas, lo atormentas.
Corre más rápido.
Pobre amigo, pobre tú,
pobre desdichado de saberes, que entre saberes se pierde en coplas,

se ahoga en coplas, se transforma en coplas y se muere entre libros.  

John Rojas. 

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